Historia de Atacama: La Finca de Chañaral Alto

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En los años pasados en la Finca de Chañaral Alto tenía una cierta importancia por sus productos agrícolas. Extensas plantaciones, regado por el agua superficial del sector aseguraron la cosecha. Hoy día todo se ve un poco abandonado. Ya no hay la necesidad de abastecer Diego de Almagro con productos del sector.

Pero todavía de nota la importancia del sector. Era una de los pocos oasis en el sector con agua asegurada.

De la Finca de Chañaral Alto se puede salir hacia al sur-este, llegando a Chinche y Mostazal o se toma el camino hacia al norte llegando a Diego de Almagro (solo 4X4)

Texto de Francisco Marcial Aracena (1884):
Diez o doce leguas más al interior de Pueblo Hundido se encuentra el oasis mayor de los que existen por estos contornos. Este hermosísimo vergel es la llamada Finca de Chañaral, creada por don Eduardo Miller, el propietario de la mayor parte de las minas del Salado, y hoy propiedad de don Agustín R. Edwards. Lo que vale ser millonario, que hasta en los desiertos se tiene hacienda.
Una lengua de fructífera tierra de cuatro a seis cuadras de longitud por una y media a dos de ancho, forma la Finca de Chañaral. En su recinto existen frondosísimas higueras, con sus troncos de talla gigantesca, y bajo cuya sombra han tenido lugar en años no mui lejanos infinitas escenas y sucesos de todo género. Puede decirse con toda precisión que cada uno de esos gruesos y añosos troncos son otros tantos capítulos de interesante novela. ¡Oh! cuántos personajes no han figurado en tan dramáticos sucesos. Con solo leer en los troncos de esos árboles gigantes del desierto se podida saber sin grandes dificultades a cuántos han ascendido, pues allí se encuentran grabados con caracteres que ni el tiempo ni los elementos podrán borrar. Allí, debajo de la enramada umbrosa de aquellas higueras v otros árboles frutales que han desparramado la sávia vivificadora en medio de aquellos desolados páramos, y sobre la mullida alfombra de crecida alfalfa encuentra el descanso y la tranquilidad el viajero después de larga y penosa marcha. Indudablemente, aquello es el Paraíso a las puertas del Infierno. El arrendatario de aquella pequeña heredad sabe sacar abundante provecho de sus productos, vendiendo las brevas a cinco pesos el ciento y las uvas a veinticinco centavos la libra. Un regular cajón de brevas o de uvas vale ni más ni menos lo que importa un quintal de buen cobre en barra. Una cosa por otra y tal vez las primeras tengan mejor valor que el segundo."